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Entrevista: Javier Aloy Ramos


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¿Cómo fue tu aproximación a la música? 

Mi aproximación a la música fue muy paulatina. Mi infancia discurrió felizmente, pero sin ningún contacto directo con la música. Mi padre era agricultor y, aunque en casa no había ningún contacto directo con el mundo musical, sí que fueron muy sensibles a que tuviéramos una buena educación. El empeño de mis padres era que sus hijos pudieran estudiar y que pudiéramos conseguir las metas que nos propusiéramos. En ese sentido, siempre me sentí plenamente apoyado por el entorno familiar y, para los estudios, siempre nos procuraban los medios necesarios. Lógicamente, en los años setenta la música no tenía ninguna presencia en el sistema educativo. Ten en cuenta que yo aún cursé quinto y sexto de bachillerato. Pero en Bétera, que es de donde procedo, vivía una profesora del Conservatorio y yo acudía regularmente a su casa para recibir clases particulares de piano. Ese contacto con el piano me abrió la sensibilidad a todo un universo musical, que fue creciendo con el tiempo.


La experiencia de cantar en un coro y estudiar magisterio me abrió mundo de la pedagogía musical y me permitió ahondar en los distintos sistemas pedagógicos que se estaban introduciendo en España. Tenía ante mí una verdadera revolución que contrastaba con la pedagogía que se practicaba en los conservatorios.


¿Qué experiencias han marcado en mayor medida tu trayectoria en el mundo de la música?

Compartir mi vida con Carmen Mayo, pianista y catedrática de música de cámara, fue el impulso definitivo en mi trayectoria personal y profesional. No obstante, continué ampliando mi formación con una licenciatura en Historia del Arte, Máster en Música, Etnomusicología, etc. 


¿Cuáles son los hitos de tu carrera docente? ¿Hay alguna anécdota que quieras compartir?

Esos estudios me sirvieron para completar un perfil que resultó propicio para iniciar el largo camino como docente en el Conservatorio. Ten en cuenta que en el Plan de estudios del 66 teníamos que impartir indistintamente tres asignaturas: Historia de la música; Estética de la música e Historia de la cultura y del arte. Es decir, tres asignaturas con tres programas diferentes.


Te puedo contar que, la primera vez que hice una sustitución como profesor en el Conservatorio de Valencia, fue por la enfermedad de Eduardo López Chavarri Andújar. Imagínate; para mí fue todo un reto abordar las clases de Eduardo, que era toda una institución en el centro y para sus alumnos. 


A partir de ahí continué como profesor interino hasta aprobar la oposición al Cuerpo de profesores de Música y Artes Escénicas y, posteriormente, como catedrático.

Ha sido un largo camino vocacional de más de treinta años y con el reto permanente de impartir unas asignaturas, a veces poco valoradas, en una institución que prima la técnica y la práctica instrumental frente a la visión humanista de la música y la reflexión estética.


También eres un hombre de radio…

En los años ochenta el Conservatorio Superior de Música de Valencia se encontraba en Camino de Vera, junto a la Universidad Politécnica. Compartía el edificio con la Escuela Superior de Danza y la Escuela de Arte Dramático. Era un edificio con muchas carencias y deficiencias estructurales, pero era su lugar natural, donde físicamente se podían compartir experiencias creativas y se podía entender el arte escénico de forma más completa. Además, éramos vecinos de Bellas Artes y, de alguna manera, había posibilidades de creación de proyectos colaborativos.

Con el traslado del Conservatorio Superior al entorno de la Ciudad de la Justicia, se aparta la música del campus universitario, privando al alumnado y profesorado de ese contacto directo con la comunidad científica y creativa.


Cuando compartíamos el espacio en el campus de la UPV, presenté un proyecto de programa de radio de música clásica para el servicio de RTV de la Universidad Politécnica. Les gustó el proyecto y ahí nació Café Clàssic. Un programa semanal dedicado a la música clásica pero también abierto a toda expresión sonora. En aquel momento, la Politécnica contaba con plató de tv y estudio de radio. 


¿Cómo te planeaste un proyecto tan innovador?

La parrilla se completaba con un amplio equipo de colaboradores que aportábamos programas de lo más diverso, ofreciendo un canal de comunicación sociedad-universidad y viceversa. Para mí, fue toda una escuela de aprendizaje. Programa tras programa había que idear cada contenido, recopilar el material sonoro, escribir el guion, realizar la escaleta, ir a grabar cada semana y esperar el resultado del montaje para su emisión en la 102.5 FM. Cuando tuve ocasión lo incluí como asignatura optativa para los alumnos del Conservatorio. Creo que todo centro de enseñanza, de cualquier nivel, debería contar con una emisora de radio como herramienta creativa y de comunicación.


En enero de 2024 se emitió el Café Clàssic nº 465. El último. No se sabe muy bien si por motivos de incompatibilidad de frecuencia con las radios comerciales o por motivos de presupuesto, la UPV cerró la emisora dando por terminada su era radiofónica. Para paliar ese silencio de ondas, crearon una plataforma de podcasts. Como consuelo, mantienen todos los programas históricos como vestigio de tantos años de trabajo.


Como valenciano, ¿Cómo ves la música en nuestra Comunidad? 

No sé muy bien si hay distintas Valencias en la música o distintas músicas en Valencia. Por una parte, nos encontramos con el fenómeno extraordinario de las bandas. Las bandas constituyen una magnífica red de transmisión musical y ha proporcionado un acercamiento de la música a una parte muy importante de la población, incluidos los lugares más remotos o con menos recursos de la Comunitat. 


Es cierto que hemos nutrido a grandes orquestas nacionales y europeas de grandes intérpretes, fundamentalmente de viento, pero éramos deficitarios en cuerda, piano, musicología, etc., hasta hace unas décadas. Afortunadamente, las sociedades musicales se han actualizado y han ampliado su visión musical al incorporar instrumentos de cuerda, pequeñas orquestas, música de cámara, etc. Por otra parte, las administraciones han realizado un gran esfuerzo dotando a muchas poblaciones de estupendos auditorios. La cuestión es cómo se llena de contenido musical toda esa red de auditorios o si por falta de presupuesto o criterio musical quedan infrautilizados. Está claro que los auditorios importantes de las capitales de provincia tienen medios para poder programar cada temporada, pero queda un inmenso espacio para llenar de música los auditorios medianos y pequeños. Sería necesario crear una red intermedia para dar salida a los innumerables músicos que empiezan y necesitan expresar su talento.



¿Cuál ha sido la evolución de las enseñanzas musicales? 

Ciertamente hay muchas diferencias de ahora a cuando empecé, en lo que respecta a la docencia. En el Plan del 66, la carga lectiva de las asignaturas humanísticas era casi el doble, por lo que el alumno tenía más tiempo y dedicación para impregnarse de los contenidos. Sin embargo, contábamos con muy pocos medios. El profesor se tenía que agenciar los materiales y esto significaba que muchas veces nos comprábamos la música, los pocos libros que había editados, a veces llevábamos nuestros equipos de música y nuestras diapositivas y, por supuesto, creábamos ingentes cantidades de materiales. De alguna manera, todo se cocinaba a fuego más lento y esa labor “artesanal” de preparar y de impartir las clases calaba más poco a poco y, quizá, más profundamente en los alumnos. 


¿Cómo ves el futuro de dicha enseñanza? 

En la actualidad todo discurre a gran velocidad. La irrupción de las redes sociales y la IA, plantean muchos retos y no solo a los docentes. Los estudiantes han de adquirir nuevos criterios y un espíritu crítico que les proporcione herramientas para un válido aprendizaje, aprovechando las tecnologías sin renunciar a lo auténtico y esencial. El que podamos disfrutar de cantidades ingentes de música solo con hacer clic, no debe distraer a los jóvenes de la necesidad de asistir al rito musical y social del concierto en directo.


¿Cuáles son tus preferencias musicales? ¿Qué opinas de la música no incluida dentro del mundo clásico?

Es habitual que los que estudian música inclinen sus preferencias musicales hacia el repertorio propio del instrumento que tocan. En mi caso, al impartir Historia de la Música en el Conservatorio, he tenido, posiblemente, la ocasión de acercarme a un repertorio más amplio. Bueno, está claro que autores como Bach, Beethoven, Schumann o Chaikovsky son inabarcables y cada vez que escuchas sus obras te aportan algo nuevo. Pero, por deformación profesional, me encanta escuchar música icónica de distintos periodos musicales.


También ocurre que cada situación requiere su música. Es cuestión de “maridaje”. Puede haber un momento para el canto gregoriano o para la polifonía de Palestrina. Para un madrigal o el Orfeo de Monteverdi y el Tristán e Isolda de Wagner. La música instrumental del Renacimiento o las Canciones J. Dowlan. El Stabat Mater de Pergolesi o la tercera Lección de Tinieblas de Couperin. O los conciertos barrocos o la música de cámara de Shostakovich. 


Sin olvidar el jazz, el buen rock and roll, las bandas sonoras, algunos cantautores y, por qué no, la música comercial bien construida. Toda música que nos aporte algo, independientemente de su estilo, nos puede complementar en un momento determinado. Afortunadamente, la vida no es plana y podemos hacer uso de cualquier propuesta artística para nuestro crecimiento espiritual. Ten en cuenta que la música, al igual que las artes escénicas, es cinética, es decir, se mueve y discurre en el tiempo paralelamente a nuestra existencia, de modo que no es de extrañar que podamos sentir un “acoplamiento” de nuestras emociones cuando escuchamos música. 


Como profesor de estética, ¿qué papel crees que juega el arte e en nuestro desarrollo personal?

El por qué vamos a los conciertos o al cine, al teatro o a la ópera, en cierta medida es un misterio. Decir que vamos por distraernos es zanjar demasiado pronto este asunto. Hay un autor, E. Fischer, que en su ensayo “La necesidad del arte” viene a decirnos que, si solo queremos ser lo que ya somos, es decir meros individuos, no hace falta que hagamos nada. Ya somos individuos. Pero si lo que queremos es traspasar las fronteras de nuestra individualidad, alcanzar la plenitud y ser algo más que un individuo, solo se puede alcanzar si tomamos posesión de aquellas experiencias que otros han manifestado en las distintas formas del arte. 

Claro, cada obra de arte ha de contener, no solo una experiencia o una visión del mundo inteligente, además nos tiene que satisfacer formalmente. Y esta combinación hace que haya verdaderas obras que, al contemplarlas o escucharlas, nos aporten aquello que vivió o sintió el compositor y que vamos incorporando a nuestra experiencia estética.


Y, la música en particular..,

…Por ese motivo es tan importante la escucha musical, una escucha consciente para intentar captar a través de la forma el contenido que se nos transmite. La música clásica requiere muchas veces cierto entrenamiento. Y ahí entra la educación. Los niños han de tener todas las experiencias musicales posibles adaptadas a su desarrollo, porque todo lo que se inculca en edad temprana es susceptible de apreciarse en la juventud o madurez. Está claro que hay una fase intermedia en la que sus intereses son otros, y eso está muy bien, pero si la educación musical de la infancia fue sólida, es muy posible más tarde se utilice la música para una plenitud existencial.


¿Cómo ves el futuro en lo referente a la música?

La crisis de público en la música clásica es evidente, pero hay que entender que en el acto del concierto se dan unas circunstancias y unas variables únicas que no se pueden comparar con la escucha digital. Así que es tarea de todos idear estrategias y fórmulas de atracción para que los más jóvenes aprecien su valor.




 
 
 

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